Turismo Hospitalario: San Sebastián

La increíble historia de Maluna y el Txangurro traicionero.

Érase una vez una princesita frágil y delicada llamada Maluna.

Tan delicada era que siempre se encontraba aquejada de alguna dolencia de variada intensidad y consideración. Estas dolencias tardaban semanas e incluso meses en desaparecer, y en ocasiones se acumulaban y se quitaban el protagonismo unas a otras. Tanto era así que su hígado trabajaba por encima de su capacidad para metabolizar todos los medicamentos que consumía diariamente y que la habían convertido prácticamente en una farmatoxicómana.

La princesita tenía el sueño de viajar a un país muy muy lejano llamado Euskadi. A punto estuvo muchas veces, pero sus obligaciones y variadas situaciones siempre se lo habían impedido, hasta que un agobiado día de febrero decidió que había llegado la hora de realizar ese viaje.

Lo organizó todo con la debida antelación, le propuso a su compañera de castillo que viajase con ella, compró los billetes, reservó la habitación y preparó el viaje para cuatro meses después, sin saber que las circunstancias estarían en su contra a partir de ese momento.

En uno de sus múltiples viajes a los Reinos del Sur y del Viento, contrajo un resfriado que fue agravándose, hasta convertirse en una faringitis-laringitis-afonía-catarro que en el mes de junio la obligó incluso a quedarse en sus aposentos un día en lugar de atender sus obligaciones palaciegas.
Por fin llegó el tan ansiado viaje al remoto país de Euskadi, y aunque la princesita se encontraba enferma, decidió conocer el lugar de sus sueños y quedar allí con un joven príncipe de las tierras del Norte que le enseñaría los misterios de una de las ciudades de ese país.

Así que la princesita Maluna y su compañera de castillo Sandrita se dirigieron al aeropuerto, donde Maluna fue obligada por los guardianes del traje verde a consumir una sobredosis de jarabe para la tos, ya que sobrepasaba la cantidad máxima permitida de líquido en el equipaje de mano y ante el temor de que fuese explosivo líquido, la obligaron a darle un trago al jarabe, para demostrar dos cosas: o que no era explosivo líquido, o que la princesita era una terrorista suicida, a la que le daba igual beber explosivo líquido porque total, pensaba explotar media hora después.

Después de tantas vicisitudes, las damiselas arribaron en Donosti y en el primer viaje en taxi descubrieron que iban a necesitar muchas monedas de oro de las que llevaban para sobrevivir en esa ciudad.

Por la noche, el joven príncipe fue a recogerlas al castillo Aida, y las llevó a recorrer los más recónditos mesones de la zona vieja de la ciudad. Las damiselas estaban anonadadas ante tantos manjares exquisitos, denominados pintxos, que competían entre si para ser recordados como los bocados más deliciosos de la noche.

Las damiselas, lejos de las costumbres de la época en lo que a "operación bikini" se refiere, comenzaron a degustar múltiples y variados pintxos, descubriendo entre ellos un manjar llamado txangurro, conocido en otros lugares como buey de mar. La exquisita mezcla de este crustáceo con una base de cebollita y hojaldre les hizo degustar varios bocados de esta extraña especie animal. También descubrieron las delicias de foie con compota de manzana, servida en una de las posadas llamada "La cuchara de San Telmo", cuya fama había trascendido las fronteras del país y del que la princesita había oído hablar en la capital del reino de España.

La noche transcurrió agradable, disfrutando del buen comer y beber.

Pero ay, la princesita no recordó su mala fortuna, y a la mañana siguiente descubrió, que el Txangurro le había tendido una trampa la noche anterior y mientras ella disfrutaba al máximo de la comida, su cuerpo comenzaba a luchar contra una urticaria alérgica que ganó la batalla y se extendió en forma de grandes ronchas por brazos y piernas en cuestión de horas.

Así que las dos damiselas, ante tamaña catástrofe, tuvieron que modificar sus planes y optaron por dedicar toda la mañana al Turismo Hospitalario, actividad que Maluna practica casi siempre que visita un nuevo lugar y que consistió en visitar al médico de urgencias de la Clínica Quirón y obtener antihistamínicos para combatir el prurrito que cada vez se hacía más fuerte y se había extendido ya por las orejas, el cuello y los párpados, además de por otras zonas de la princesita que el decoro no permite especificar.

Maluna salió del hospital con una nueva pastilla que tomar (que sustituyeron a los medicamentos del resfriado) y con recomendaciones variadas sobre las pruebas de alergia que nunca se hará, porque total, con lo desgraciada que es, solucionar el tema de la alergia no ayudará a prevenir nuevas catástrofes sanitarias.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, aunque a Maluna el picor todavía no se le ha quitado.

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