La mala suerte

Perder un zapato en la calle no es algo tan raro. Cuando te pasa una vez y cuentas la anécdota, descubres que varias personas de tu alrededor han tenido experiencias parecidas: que si se quedó atascado el tacón en una rejilla, que si se cayó a las vías del tren o del metro, que si salió volando al dar una patada al aire...

Lo que ya no es tán común es perder el zapato en la vía del cercanías de Alcalá de Henares y llegar descalza de un pie a Madrid, entrar en casa corriendo para cambiarte de zapatos (y de vestido, que el de antes ya no va con los zapatos de ahora...) y salir corriendo dando un portazo para descubrir al segundo siguiente que te has dejado las llaves dentro!!!

Si a todo esto le sumas que tanta prisa se debe a que llegas tarde a un encuentro de antiguos empleados, en el que sabes que vas a encontrar a tu ex-novio, que vendrá corriendo a saludarte y a contarte lo estupenda que es su vida desde que te abandonó como un perro en una gasolinera, mientras tú (que sabes que tienes la planta de los pies negra como el carbón, porque no has tenido tiempo de lavarte después de pasearte por medio Madrid descalza con un zapato en la mano) lo único que puedes hacer es visualizar como un rayo cae del cielo y le parte el cabezón en dos... entonces hay que llegar a la conclusión de que hay días en la vida en que es mejor no levantarse

Y es cuando te preguntas si todo el mundo tiene días así o hay personas con una atracción especial para esas pequeñas desgracias cotidianas.

Yo estoy convencida de lo segundo, porque me ha tocado ser una de ellas.

Al final, lo único bueno que tienen estas cosas es que ironizando con tu vida puedes hacer reír un buen rato a los demás.

Comentarios

  1. Lo siento pero es buenísimo!!! jajajaja me has echo reir, gracias. =D

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  2. Tienen que ser actuales? Valen peticiones?
    Por cierto... Ya era hora!!
    BESITOS Y ÁNIMO!
    MALÓPEZ

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